
Hace unos días, Iván Raña decía que las redes sociales están haciendo mucho daño, con algunas frases y pensamientos filosóficos 2.0.
Conceptos a los que la gente se agarra desesperada por la mañana, mientras se sienta la taza de su wáter para dar cuenta de sus desperdicios físicos. Es guay pensar desde muy pronto que puedo con todo, que me lo merezco y que porque no, soy el “number one”.
Mi más absoluto respeto y admiración por aquellos que son capaces de “positivar” lo más negativo. Pero todo tiene un límite y es coherente ser consciente de ello.
Frases como:
“Deséalo, suéñalo, hazlo”
“Si deseas que este sea un día perfecto, tienes que desearlo con todas tus fuerzas y sentirte feliz de ser tú, alguien único en este mundo”
“Si lo ves en tu mente, lo tendrás en tu mano”
“Querer es poder”
Todas estas frases están muy bien, pero cuando iba al cole y tenía un examen de inglés, aunque deseara con todas mis fuerzas aprobar, si no había estudiado no aprobaba, por mucho que deseara hacerlo, creo que no dependía de lo mucho que pensara en ello, si en el fondo no trabajaba mucho para que sucediera.
Ésta es la parte que más daño hace y a la que se refería el gran Raña. Le damos un valor épico a los objetivos, a cruzar la meta, a la gloria del reconocimiento popular. Pero se nos olvida que detrás de una meta, de un objetivo hay un gran sacrificio, un gran esfuerzo, sea cual sea nuestro reto. No le damos valor al fracaso, quizás porque esta sociedad solo admira a los ganadores, a los finalizadores con los brazos en alto, a los que sonríen desde el triunfo. ¿A caso estos nunca fracasaron, abandonaron exhaustos o su cabeza ya no les daba más de lo que su propio cuerpo les negaba?
Creo que no son conscientes, aquellos que dicen antes de una carrera física importante, “la cabeza es fundamental en esta prueba”. Claro, es posible que tengan razón, pero dejarle a la cabeza, lo que tu propio cuerpo, por preparación, por entrenamiento, por capacidades, es incapaz de hacer, es una auténtica locura, una irresponsabilidad que te hará sobrepasar tus límites sin control ni cordura, una barbaridad en ocasiones de consecuencias nefastas.
El km cero de la gilipollez deportiva, se encuentra en apoyarse sobre tu cabeza, para hacer funcionar a tu cuerpo, de una manera para la que no está preparado.
Por ello, mi admiración y respeto para aquellos que trabajando y persiguiendo su objetivo, algún día fracasaron, no llegaron a meta o si lo hicieron, llegaron casi muertos…
Querer no es poder, pero el primer paso ES intentarlo.