
La última edición de la maratón de Barcelona ha dado que hablar por varios, diversos, divertidos y avergonzantes motivos, producto de nuestra versión más cañí.
La primera noticia en línea de meta, la protagonizó Jonah Kipkemoi Chesum, atleta que entre otros datos, participó en las olimpiadas de Londres 2012 representando a Kenia, País por excelencia del “fondismo” universal. Pero en una versión menos glamurosa y estética de cara a los focos y a los aplausos del público, haciéndolo en la paraolimpiada.
El atleta keniano, que sorprendió a todos no solo con su triunfo, sino también con su historia, queria tener una granja con vacas para alimentar a su familia y mejorar sus condiciones de vida
Un Atleta Paraolímpico
Jonah que tiene una deformación en su mano derecha de nacimiento, fue contratado por un grupo de favoritos para realizar la faena de liebre y poder asegurar el jornal.
De hecho, comprará con los 3.000 € del trabajito, algunos animales con los que les dará de comer a su familia con objeto de mejorar sus condiciones de vida. Todo un lujo al alcance de muy pocos en su país.

Pues eso, que fue contratado para hacer una labor complejísima, a la sombra de las primeras figuras y resultó ser el primer corredor en alzar la cinta de ganador en línea de meta. El día de su debut por si fuese poco en esta distancia. Salió a cumplir el encargo, pero sus compadres los “paganinis”, vieron cómo se convertía en galgo.
Varios atletas no encontraron sus mejores sensaciones para hacer la parte del trabajo que les correspondía, de hecho, Jonah paró el crono en 2 horas y 9 minutos, tiempo discreto, pero vencedor merecido de la Zurich Marató de Barcelona, al quedarse en el km 30 sin jefes que le reclamaran la primera posición.
Toda una lección del corredor liebre, que engordó su cartera con otros 10.000 €, que le permitirán comprar más animales, asegurándose por tanto que su familia pase menos hambre en más tiempo. Ya ven, cuando a veces el tiempo te recompensa por ser largo.
«Cazados»
La lista de curiosidades no termina aquí, cuando Jonah aún no había llegado al kilómetro 10 de la prueba, un grupo de tres corredores decidió utilizar la comodidad del metro de Barcelona, para adelantar sensiblemente en esfuerzo, en sacrifico, en dolor de patas para ir llamando a las cosas por su nombre, cuando apenas habían recorrido un par de kilómetros.
Un colaborador de El Periódico, al sorprenderlos en el metro con sus dorsales muy bien colocados en sus pechos, anotó el número de uno de ellos y pudo comprobar una vez terminada la prueba, que aparecía en la lista de finisher, premiado con la medalla que acredita a los llegadores a meta, sufridores, sacrificados, merecedores y honrados participantes en los que incluyo a ellas, para que no se moleste nadie.
Uno de ellos, figura en la lista de finishers y confirma que cogió el transporte público con el muy licito propósito de ayudar a un amigo, con dos huevos añadiría yo.
Resulta que para las culebras que utilizan las técnicas y recursos del siempre referente Lazarillo de Tormes, en este tipo de pruebas los organizadores colocan más o menos cada 5 km controles de paso. En unas ocasiones el chip que permite comprobar que un corredor ha pasado por todos los puntos, está integrado en el dorsal y en otras ocasiones se pega en forma de cinta a la zapatilla o tobillo. Estos registros se cruzan con los que se obtienen en meta y se detectan a los participantes que si hicieron la maratón completa, con sus agonías y penurias incorporadas. El diario en cuestión localizó a uno de los intrépidos participantes y este le obsequió con un correo electrónico para la memoria de la Literatura Hispánica.
«Mi nombre es Jordi y lo que ocurrió fue que los tres cogimos el metro para realizar los últimos 21 kilómetros con un compañero de club y poder servirle de ‘liebre’ en los momentos más duros del maratón. En ningún momento nuestra intención fue vernos como ‘finisher’ o conseguir la medalla. Cuando se comprueben los tiempos oficiales se verá que nos incorporamos en el kilómetro 21».
Argumentó el participante, indignado por la investigación del medio.
Ni los “paganini” de Jonah, ni los amigos de Jordi, incluyéndolo a él mismo, recuerda tan acordes pasajes del Lazarillo de Tormes, en texto original del año 1554:
Ningún camino hay malo como se acabe, sino es el que va a la horca: de salud estoy neutral porque están encontrados mis pulsos con mi celebro. Otro día, habiendo visto en muchas alcándaras muchos neblíes y otros pájaros de volatería, dijo que la caza de altanería era digna de príncipes y de grandes señores; pero que advirtiesen que con ella echaba el gusto censo sobre el provecho a más de dos mil por uno. La caza de liebres dijo que era muy gustosa y más cuando se cazaba con galgos prestados. El caballero gustó de su locura, y dejóle salir por la ciudad debajo de amparo y guarda de un hombre que tuviese cuenta que los muchachos no lo hiciesen mal, de los cuáles y de toda la corte fue conocido en seis días y a cada paso, en cada calle y en cualquiera esquina, respondía a todas las preguntas que le hacían, entre las cuales le preguntó un estudiante si era poeta, porque le parecía que tenía ingenio para todo. A lo cual respondió:
– Hasta ahora no he sido tan necio ni tan venturoso-
Ni el Lazarillo, vamos.
FUENTES: (Imágenes) – EFE y El Periódico